Roger Waters en Colombia: El Corte Final (Reseña)

Por Fabián Esteban Beltrán

La figura de Roger Waters, quien por años fuera la mente maestra tras los legendarios Pink Floyd, se compone de marcados matices: genio, tirano, obstinado y socialmente consciente. Cada aspecto en juego de su legado y de su persona ha sido vertido en un espectáculo asombroso y diferente con respeto a sus dos encuentros previos con nuestro país. Sabemos que las giras de despedida se han vuelto un popular ardid publicitario que, por supuesto, incluye regresos con bombos y platillos; pero con el tiempo cerrando inminente la brecha sobre su ciclo en este plano, el músico de 80 años se asegura de darle a su último periplo el aire de un verdadero y sentido adiós, así como una vertical ratificación de sus convicciones musicales y políticas, incluso de sus amores y antipatías.

Un Coliseo MedPlus lleno recibió la que seguramente es la última visita de Roger Waters a Colombia. Durante la segunda mitad de los sesentas, Pink Floyd fue pionero en incorporar elaborados sistemas de luces como parte integral de sus shows, y desde entonces su reputación no permite que sea de otra manera: al tren emocional de su música se suman elementos visuales y teatrales de primer nivel, sumergiendo a la audiencia en una experiencia cercana a las tres horas de duración que inició con la inquietante nueva versión del clásico "Comfortably Numb", una relectura aún más oscura y asfixiante que la original; para lanzarse luego sobre las tres partes de "Another Brick In The Wall", piezas de una de las obras cumbres de Waters junto a Pink Floyd: "The Wall", una epopeya catárquica sobre la muerte de su padre en la guerra, que en el camino ataca los sistemas educativos al tiempo que reflexiona sobre la uniformidad de pensamiento y la soledad.

Mensajes en castellano sobre apartes de la vida de Roger se pueden leer en las enormes pantallas, recapitulando experiencias que contextualizan su legado de manera personal, mientras la impecable banda suena maravillosamente en tarima. En esta intención de repasar su vida y obra, la gira "This Is Not a Drill" incluye muchos más números de la etapa solista de Waters que cualquiera en el pasado reciente del inglés. De allí se desprenden canciones como "The Powers That Be", "The Bravery Of Being Out of Ranger" y la más reciente "The Bar", acompañadas del inflexible mensaje antibélico y resistencia contra los poderes dominantes.

En su momento, discos como "Radio Kaos" y "Amused to Death" fueron considerados demasiado académicos y desprovistos del atractivo comercial de su trabajo con Pink Floyd, apoyado en buena medida en los aportes de Richard Wright, Nick Mason y, especialmente, David Gilmour. Es acá donde llama poderosamente la atención la omisión absoluta y claramente intencional que Waters hace del guitarrista de Pink Floyd. Mientras las imágenes y frases en pantalla rinden un homenaje permanente al impacto de Syd Barrett en la vida y legado de Waters, las imágenes de la banda esquivan siempre a Gilmour, cabeza de la rebelión de Pink Floyd en contra de Roger en el momento en que se autoproclamó como líder absoluto e incuestionable del quehacer artístico del conjunto de Cambridge y que llevó a su amarga ruptura. Resulta paradójico que mientras a Gilmour se le ningunea en el repaso por la vida de Waters, sus solos se reproduzcan al dedillo y de manera exquisita por el guitarrista Dave Kilmister. Hay cosas que por más que el buen Roger quiera ignorar, están por todas partes.

De vuelta a Pink Floyd, se interpreta material del icónico "Wish You We're Here" de 1976 con la preciosa canción homónima que arrancó lágrimas junto a "Have a Cigar" y la parte final de "Shine On You Crazy Diamond", todas escritas con el malogrado y genial Syd en mente. Del grandioso "Animals", perteneciente a la era de control total por parte de Waters despachan "Sheep" mientras una oveja gigante sobrevuela el coliseo entre luces láser para dar fin a la primera parte del recital.

Tras un breve receso, Waters pone toda la carne en el asador. "In the Flesh" en su segunda parte estalla literalmente mientras el animal más sucio se eleva para observar desde el aire y con ojos incandescentes la podredumbre de la humanidad. Apoteosis musical y escénica en toda su extensión, que continúa con "Run Like Hell", ambas del grandilocuente "The Wall". Tiempo de más material en solitario con "Deja Vu" y "Is This the Life We Really Want" de su disco del mismo nombre, acompañadas de visuales que demandan el fin del genocidio en Gaza. Para levantar el entusiasmo tras las canciones menos familiares, la banda con Roger al bajo se apresta a interpretar buena parte de uno de los más admirables logros artísticos del siglo XX: "The Dark Side of the Moon" que a sus recién cumplidos cincuenta años continúa tan relevante como siempre, hilando de manera brillante ideas sobre el desencanto de la vida adulta y aquellas cosas que pueden llevarte a la locura. "Money", "Us and Them", "Any Colour You Like" suenan gloriosas para dar paso al remate con "Brain Damage" y "Eclipse". El bello espectáculo de láser emula la portada del icónico álbum de 1973 mientras las más de 20.000 personas presentes cantan con el corazón en la garganta o contemplan con asombro la sobrecogedora escena.

Del disco con el que Waters quiso dar un portazo a la historia de Pink Floyd, se toca la íntima "Two Suns in the Sunset" de "The Final Cut", para luego retomar "The Bar" tras las palabras de agradecimiento y un brindis liderado por Roger quien vuelve a sentarse al piano rodeado de su intachable séquito de músicos que desfilan mientras interpretan "Outside the Wall". Una cámara acompaña a la banda tras bambalinas y de esta manera, cercana y familiar, Roger Waters se despide para siempre del público colombiano.

Cuando Roger abandonó Pink Floyd convencido de que no podrían continuar sin él, la historia abrió caminos que dividieron a los fans de la mítica formación inglesa. Sea que prefieras a Waters o a Gilmour llevando la batuta, lo cierto es que con la salida de Roger Pink Floyd perdió en adelante algo de su más profunda escencia: la crítica aguda, el hambre por expandir los límites y la ambición conceptual. Waters ejecuta su despedida bajo sus propios términos y sin el menor atisbo de querer matizar su ideario en aspecto alguno. Esto es lo que fue, lo que es y lo que será, lo tomas o lo dejas. Gracias por tanto, Roger.