Reseña Smashing Pumpkins en Colombia

THE SMASHING PUMPKINS
BLACK MEMORY

Bogotá, Coliseo Cubierto el Campin
Sábado 27 de noviembre del 2010

TEMPERAMENTO Y NOBLEZA
Billy Corgan en un tipo que puede ser tildado de egocéntrico, impulsivo y testarudo. Tales calificativos lo han llevado a cometer desaciertos en su carrera de más de veinte años. ¿Alguien aun recuerda Zwan? Si, esa banda que conformó a principios del nuevo milenio con el propósito de tapar el enorme vacío dejado por el deceso de Smashing Pumpkins, pintaban todo con un aura positivista dentro de melodías acarameladas. Pese a que consiguió músicos dignos emular a los miembros perdidos las cosas nunca terminaron de cuajar. Después se aventuró en solitario y aunque ya todos sabíamos que el capitaneaba a las calabazas su sello discográfico no supo cómo distribuir un nombre que arrancaba de cero haciendo que tal esfuerzo se desplomara. Con la música como única forma de expresión, el gurú del rock alternativo decide revivir a su más preciada creatura; harto de la industria discográfica se la juega sin el soporte de un sello, con una nueva y juvenil alineación da la cara bajo una etiqueta de culto. Los resultados de la resurrección los veríamos esta noche en acción.



La gira que nos permitía presenciar a Corgan y compañía por vez primera en el país estaba centrada en “Teargarden by Kaleidyscope”, un disco que se ha ido publicando canción por canción a través de la página oficial del conjunto. A la fecha se conocen siete temas de este ambicioso proyecto que promete 44 piezas. Esta es otra de las estrategias del líder por llegar a más oídos sin los consentimientos de una multinacional de las grabaciones fonográficas, una voz de protesta a los maltratos que sus últimas obras sufrieron. Tal vez esta oferta gratuita funcione o sencillamente sea recordada como otro traspiés, el tiempo lo dirá. Por ahora, lo cierto es que Corgan continua peleando por lo que considera propio mientras advierte que aún le quedan otras facetas por enseñar dentro de este vasto universo sonoro que comprenden los Pumpkins. Una de las mejores bandas que nos obsequió los años noventa.

No me puedo quedar en estas líneas lamentándome una vez más que este concierto haya sido programado en el ruinoso Coliseo el Campin. Mientras más de media ciudad se halle devastada por innumerables y prolongadas obras de adecuación urbana y los recursos parecen haberse agotado a consecuencia de la eterna corrupción ¿a quién diablos le importa el esparcimiento musical de la gente? Pasará el tiempo y los shows continuaran efectuándose en este monumento a la desfachatez de nuestros gobernantes. Es lo que hay, así que el rockero debe tomarlo o dejarlo. Arremeter contra las calidades acústicas del recinto de la carrera 30 es caer en redundancias necias.




Los nacionales Black Memory brindaron una actuación de media hora, algo distorsionada por el punto expuesto en el párrafo anterior. No obstante mostraron ímpetu y solvencia en tarima. El público estuvo con ellos desde el principio, apoyo que se hizo aun más evidente cuando versionaron a los héroes de Seattle Pearl Jam con la célebre “Jeremy”. El sonido del conjunto apuesta a una relectura del grunge y el hard rock de tintes melódicos. Un estilo que goza de mucha popularidad en nuestros músicos locales. Esperemos poder volver a presenciar a esta agrupación con un repertorio más extenso y en mejores condiciones.

Por fortuna el invernal clima que estamos padeciendo no hizo de las suyas ya entrada la noche, de lo contrario la despoblada cabeza del señor Corgan hubiera sido bañada por las gélidas aguas celestiales. No construyo una parábola para ajustarme a la espiritual conducta del líder de los Smashing Pumpkins; para los no enterados cabe señalar que en nuestro coliseo cubierto cuando llueve cae más agua adentro de él que en sus exteriores. La función despegó alrededor de las siete y media con carencia de fuerza y factor sorpresa. Billy junto a su sequito de nuevos descubrimientos aparecieron frente a un discreto juego de luces adornado por dos enormes flores de hierro que más adelante girarían como molinos. “Fellowship” y “Lonely Is The Name” son composiciones de la nueva cosecha que no alcanzaron para prender la mecha de una audiencia bastante ansiosa.



Sin embargo cuando el grupo empezó a sacar las cartas ganadoras surgieron inmediatamente las palmas y los gritos de satisfacción de las poco más de dos mil almas congregadas. “Today” y “Ava Adore” rompieron el hielo, pero la banda no se inmutaba y permanecía firme en su papel de tocar con solemnidad bajo las órdenes del calvo frontman. Es claro que por más que el internet se ha masificado y con él los reproductores de música, el grueso del público desconoce por completo el material fresco del grupo. Por lo tanto cuando regresaron a su nuevo álbum con “Astral Planes” y “A Song for a Son” la respuesta fue apática. Tal vez estos temas necesitan madurar un poco o sencillamente para muchos el grupo es pura nostalgia noventera. Interrogantes volando por doquier.

La fiesta realmente inicio con “Bullet With a Butterfly Wings”, uno de esos martillazos pertenecientes a la última década del siglo XX que se puede equiparar a “Black Hole Sun” de Soundgarden o “Man In the Box” de Alice In Chains. Prosiguió “Tarantula” desde el inadvertido disco “Zeitgeist”, tema cargado de electricidad y de las intocables melodías que acredita la banda. Vino la primera sorpresa con “Eye”, una canción bien recordada por los fans pero que nunca estuvo incluida en ninguna de sus producciones oficiales. La original contiene una solida base electrónica, pero esta interpretación fue eléctrica, oscura y bastante emotiva constituyéndose en uno de los puntos altos de la velada.




Hay que abonar que el sonido mejoró ostensiblemente (al menos en la platea) y que el show fue encontrando su clímax pese al sosegado arranque. En el escenario las flores giraban para retomar “Zeitgeist” con una brillante ejecución instrumental de “United States”, resaltada por Corgan haciendo gemir su guitarra y robando poses al más puro estilo guitar hero. La faena culminaba con el exhibicionismo juvenil del baterista Mike Byrne, quien lactaba cuando esta banda ya tenía su primer disco en la calle. A continuación un guiño a Led Zeppelin da pie para demostrar la precoz habilidad del nuevo baterista en la exigente forma de “Moby Dick”. Corgan no duda en aparecerse en medio del solo de percusión mostrándose orgulloso de su nuevo compañero y el chico remata el número azotando el gong suspendido a sus espaldas. Magnifico.

El romanticismo inherente a Billy reapareció con “Spangled” y “To Sheila”. Las masas se volvieron a agitar cuando irrumpió “Cherub Rock” cubierta por el refulgir de las luces amarillas en las espaldas de los músicos. Se destaca el consistente aporte de la bajista Nicole Fiorentino, meneándose sensualmente en tarima y robándose las miradas por su destreza y belleza. No me caben dudas que Corgan siempre ha sabido llenar la vacante dejada por D´arcy con maravillosas mujeres (Melissa Auf der Maur una de las más notorias). Para no detener la adrenalina de la audiencia continuó “Zero”, una de las más solicitadas y que llevó el entusiasmo de los asistentes un paso más allá.

Era curioso ver a Corgan sonriendo, no parece ser un tipo malhumorado pero lo de él nunca será la efusividad premeditada a fin de conseguir unos cuantos aplausos. No obstante esta noche lució satisfecho y simpático, el público era poco pero su cariño consiguió que se diera hasta el lujo de bromear por unos minutos con el guitarrista Jeff Schroeder. Este último no dudo en corregirlo delante de todos cuando Corgan citó su pronto “regreso a América” y Schroeder mencionó “Hey Billy… esto también es América”. Una interesante versión de “Shame”, otra de las nuevas con “Freak”, y la inolvidable “Stand Inside Your Love” iban anunciando el epílogo. Entonces emerge “Tonight, Tonight” una de las piezas más hermosas firmadas por los de Chicago y coreadísima al máximo por los presentes. Con ello abandonan el escenario como si fueran dioses.



Billy retornó al entablado para presentar una sentida versión de “Disarm” ahora sin sus compañeros y auxiliando su voz por la pista original del tema. El remate sería con toda la banda a tope de decibeles en una compacta y estridente versión de “Heavy Metal Machine”. Acá parecía que el cuarteto nos iba a hacer el favor de derrumbar este coliseo. Si bien esta canción es poco conocida su inclusión como término del espectáculo es un acierto ya que enseña la otra cara de la moneda, dispar al calmo inicio del repertorio elegido.

Inicie enumerando la compleja personalidad del cerebro de Smashing Pumpkins y algunos de sus errores. Pero si estos han sido evidentes sus virtudes son aún mayores. Como este compositor quedan pocos. Alguien capaz de arropar géneros aparentemente dispares como el hard rock, el heavy metal, el punk, el pop, el art rock, y la electrónica sacando el mayor provecho a cada uno de ellos y acomodándolos con buen gusto a su inconfundible sonido. Eso que Corgan sabe impregnar a las canciones nunca se ha perdido por muchos músicos que hayan pasado en este viaje, por ello el amor de sus fieles es firme. A su obstinado carácter se suma una perseverancia irrestricta que le ha permitido sobrevivir la montaña rusa de una carrera prolongada. La victoria o la derrota de su adorada creación solo le pertenecen a él. Por fortuna esta noche los colombianos acudimos a contemplar la primera.

Reseña por: Alejandro Bonilla Carvajal
Fotos por: Marianne Gray

Más fotos del concierto de Smashing Pumkins en Colombia en: http://www.rockombia.org/galeria/smashing-pumpkins-en-colombia-2010