Whitesnake y Judas Priest
Bogotá, Coliseo El Campín
Viernes 23 de septiembre de 2011
El 7 de diciembre del año pasado, Judas Priest anunció que su gira venidera sería la última de sus 40 años de trayectoria. Un golpe duro para muchos, pero la tristeza se mezcló con la esperanza de que la banda recordara la acogida que tuvo entre el público colombiano dos años atrás y decidiera regresar. La fecha no demoró en confirmarse y ahora el sentimiento que predominaba era la curiosidad, Judas no es una banda minimalista ni tímida a la hora de ofrecer espectáculos, así que la despedida prometía ser algo grandioso; y desde los invitados, los también grandes Whitesnake, parecía ser que la banda cumpliría y no decepcionaría a nadie.
Llegado el gran día, la banda bogotana Albatroz fue la encargada de abrir el espectáculo con una buena interpretación de canciones propias y dos covers, Beyond The Black Hole de Gamma Ray y Futureal de Iron Maiden; la presión de tener que manejar al mismo público que los experimentados y carismáticos David Coverdale y Rob Halford no pareció afectarlos y fueron un buen abrebocas para lo que vendría después.
El clásico My Generation de The Who anunció la salida al escenario de Whitesnake. Con un sencillo telón de fondo con el logo y el nombre de la banda, llegaron Coverdale y su banda; y es que realmente no hacía falta mayor escenografía, desde el principio los seis hombres en el escenario atraparon la atención del público y aunque todavía faltaba gente por entrar al Coliseo el recinto ya temblaba por los gritos y saltos de los espectadores. Quienes decían que Whitesnake era unos “teloneros” más de Priest debieron tragarse sus palabras, pues no hubo una sola persona que se quedara quieta, se supiera o no las canciones.
Abrieron con Best Years y seguido llegó Give Me All Your Love, de su album homónimo Whitesnake. Coverdale es un excelente frontman, lleno de energía y un encanto típicamente inglés; interactuó con el público, saludó, agradeció y recibió las dos banderas de Colombia que arrojaron al escenario, una de las cuales tenía una felicitación para él, que acababa de cumplir años.
Seguida, su reconocida balada Is This Love, momento en el que una muy poco romántica lluvia empezó a caer dentro del Coliseo, que a sus problemas de sonido (aunque algunos dijeron que no hubo fallas, para la mayoría fue bastante malo) debe añadirle goteras en todas partes. Después dos canciones de su más reciente álbum Forevermore, Steal Your Heart Away, que con su sonido heavy clásico, sus coros y la energía que destilaba la banda fue una de las favoritas del público; y la balada que da título al álbum.
Siguió una pequeña pausa en la que los guitarristas Doug Aldrich y Reb Beach le dieron al público una muestra de su destreza con un enfrentamiento de guitarras que dio paso a una más del nuevo álbum, Love Will Set You Free. A continuación, fue el turno del baterista Brian Tichy de demostrar sus habilidades a través de una muestra de destreza en las percusiones que más allá de algo para los oídos fue también un espectáculo visual en el que baquetas volaron por el aire y bombos y platillos se tocaron con las manos. La intervención sirvió para dar inicio a lo que sería el poderoso final de la presentación de la banda. Primero con la infaltable Here I Go Again que inmediatamente dio paso a otro clásico de la época, Still Of The Night, que sería la última canción de Whitesnake de la noche, pues la banda terminó su presentación con dos canciones de la anterior banda de Coverdale, Deep Purple.
Primero dejaron caer sobre el público Soldier Of Fortune para cerrar con un medley de Burn y Stormbringer, que dejó al público pidiendo más y después del cual la banda salió del escenario entre los aplausos de los asistentes.
Las luces volvieron y mientras se alistaba el escenario una aparición del que parecía ser el mismísimo Metal God paseándose por la localidad Platinum sorprendió a los asistentes que gritaban desde las graderías y que se agolpaban para verlo más de cerca, la emoción del momento no permitió notar que en realidad se trataba de alguien que, si bien era calvo, tenía barba y gafas de sol no era Rob Halford.
Después de la conmoción y de que el público se reorganizara se apagaron las luces, bombillos rojos iluminaron el telón con el logo de la banda y de la gira que tapaba el escenario y Warpigs de Black Sabbath retumbó en el Coliseo. Cortan la canción y suenan los platillos de la batería que da inicio a Rapid Fire, del British Steel, cae el telón y en la tarima están Halford, Hill, Tipton, Travis y Faulkner, el reemplazo de K.K, enmarcados en una escenografía enorme, de dos pisos con cadenas y una pantalla que va mostrando la portada de cada álbum. Termina la canción, pero los instrumentos siguen sonando, de ambos lados de la batería sale fuego y la melodía cambia y da paso a Metal Gods.
Sigue una pausa para que el público se recobre del impacto. Nada más la escenografía es suficiente para quitarle el aire a los asistentes, acostumbrados a conciertos que tienen tres luces y un telón por decoración, cualquier queja por el precio de las boletas queda anulada, por lo menos de mi parte. “Bogotá, Colombia, The Priest is back!”, saluda Halford. Y la descarga sigue, llegan Heading Out To The Highway y Judas Is Rising; una nueva pausa para decir que en esta última gira quieren hacer un repaso por toda su historia musical, con lo que desde 1977 llega Starbreaker, del Sin After Sin. Luego Priest decide ir más atrás y de sus primeros álbumes, Rocka Rolla y Sad Wings Of Destiny llegan Victim of Changes y Never Satisifed. Después un cover de Joan Baez, llega Diamonds and Rust.
Cuando termina cada canción Halford sale y regresa al escenario con una chaqueta distinta, en esta ocasión vuelve cubierto con una túnica plateada y con un báculo que en la punta tiene el signo de la banda en la mano, un salto en la línea del tiempo de la banda trae del Nostradamus la canción Prophecy. Se van las luces un momento y suenan truenos que anuncian la llegada de Night Crawler, a pesar de sus 60 años Halford no ha perdido potencia en la voz y en ninguna canción le queda debiendo al público; lo mismo va para los otros miembros de la banda, una presentación impecable en la que invierten hasta la última gota de energía. Faulkner hizo un buen trabajo, sabe que no le corresponde reemplazar a K.K y opta por divertirse con la banda e interactuar con el público, recorre el escenario de lado a lado animando a los asistentes y se integra como uno más de Priest.
De esta manera se suceden una a una canciones que la banda ha convertido en clásicos, Turbo Lover, Beyond The Realms Of Death, The Sentinel, Blood Red Skies y el cover de Fleetwood Mac The Green Manalishi. Llega después otra canción del British Steel y uno de los grandes momentos del concierto “I want you to sing this one for me, Bogotá. Breaking… The what?”, la respuesta ensordecedora del público no se hace esperar “The Law!” y las rápidas guitarras dan inicio al himno; Halford pone el micrófono hacia el público y no lo toca en toda la canción, se pasea por el escenario mirando a los espectadores y ocasionalmente asiente, aplaude y dice “bravo”. Como si la emoción no fuera ya suficiente Scott Travis empieza a improvisar en la batería y en los golpes que le da al instrumento cada vez se adivina más el intro de otro de los grandes himnos de la banda, Painkiller, hasta que finalmente el público no debe especular más pues ahí están los ya conocidos golpes en los platillos, que marcan el inicio de uno de los momentos más álgidos de la noche, casi 6 minutos en que los asistentes no dejaron de saltar, gritar y cabecear. Es más que válido repetir que la capacidad vocal de Halford es impresionante, pues sin duda es con esta canción con la que más esfuerzo hace y con la que más se luce.
Una pausa más, a penas para que tanto la banda como el público recobraran la energía. Sin embargo, no demora en aparecer en pantalla un ojo que da pie para que de las guitarras salgan los acordes de The Hellion seguido de Electric Eye, Halford aparece en lo alto del escenario, al lado de la batería, usando un chaleco con el águila del Screaming For Vengeance en la espalda. Nuevamente bajan las luces y empieza a sonar un motor, sale humo del escenario y entra Halford en una Harley-Davidson, lo que no puede significar más que el momento para Hell Bent For Leather. Después de semejante exhibición ¿quién pensaría que hay más?, pero “Bogotá, You’ve Got Another Thing Comin’!” Otra bandera de Colombia que vuela al escenario y termina envolviendo al cantante. Entre solos de guitarra y batería y juegos entre Halford y el público la canción se alarga y alcanza los 10 minutos.
Parece ser el final, hay mucho más en su repertorio, pero la exhibición de luces, lásers y pirotecnia enmarcan la despedida de la banda. Sin embargo, una vez han salido los demás Travis toma el micrófono y dice que él quiere una canción más, pregunta al público si comparten su opinión y pide que griten fuerte para que la banda escuche y salga una última vez. La batería empieza a sonar, en la pantalla aparece un reloj que marca las 12 y sale la banda, Living After Midnight fue la canción escogida por Judas Priest para cerrar definitivamente el que sería su segundo y último concierto en suelo colombiano. Esta vez una despedida real y un agradecimiento final.
Tan rápido como empezaron se terminaron las dos horas de la despedida y mientras hombres y mujeres, desde los 14 hasta los más de 50 años salían secándose las lágrimas y con sonrisas en la cara sonó una canción que describía a la perfección a la banda que acababa de salir del escenario, We Are The Champions de Queen.
Por Juanita Navarro Páez
Más fotos del concierto de Judas Priest y Whitesnake en Colombia en: http://www.rockombia.org/galeria/judas-priest-y-whitesnake-en-colombia
Bogotá, Coliseo El Campín
Viernes 23 de septiembre de 2011
El 7 de diciembre del año pasado, Judas Priest anunció que su gira venidera sería la última de sus 40 años de trayectoria. Un golpe duro para muchos, pero la tristeza se mezcló con la esperanza de que la banda recordara la acogida que tuvo entre el público colombiano dos años atrás y decidiera regresar. La fecha no demoró en confirmarse y ahora el sentimiento que predominaba era la curiosidad, Judas no es una banda minimalista ni tímida a la hora de ofrecer espectáculos, así que la despedida prometía ser algo grandioso; y desde los invitados, los también grandes Whitesnake, parecía ser que la banda cumpliría y no decepcionaría a nadie.
Llegado el gran día, la banda bogotana Albatroz fue la encargada de abrir el espectáculo con una buena interpretación de canciones propias y dos covers, Beyond The Black Hole de Gamma Ray y Futureal de Iron Maiden; la presión de tener que manejar al mismo público que los experimentados y carismáticos David Coverdale y Rob Halford no pareció afectarlos y fueron un buen abrebocas para lo que vendría después.
El clásico My Generation de The Who anunció la salida al escenario de Whitesnake. Con un sencillo telón de fondo con el logo y el nombre de la banda, llegaron Coverdale y su banda; y es que realmente no hacía falta mayor escenografía, desde el principio los seis hombres en el escenario atraparon la atención del público y aunque todavía faltaba gente por entrar al Coliseo el recinto ya temblaba por los gritos y saltos de los espectadores. Quienes decían que Whitesnake era unos “teloneros” más de Priest debieron tragarse sus palabras, pues no hubo una sola persona que se quedara quieta, se supiera o no las canciones.
Abrieron con Best Years y seguido llegó Give Me All Your Love, de su album homónimo Whitesnake. Coverdale es un excelente frontman, lleno de energía y un encanto típicamente inglés; interactuó con el público, saludó, agradeció y recibió las dos banderas de Colombia que arrojaron al escenario, una de las cuales tenía una felicitación para él, que acababa de cumplir años.
Seguida, su reconocida balada Is This Love, momento en el que una muy poco romántica lluvia empezó a caer dentro del Coliseo, que a sus problemas de sonido (aunque algunos dijeron que no hubo fallas, para la mayoría fue bastante malo) debe añadirle goteras en todas partes. Después dos canciones de su más reciente álbum Forevermore, Steal Your Heart Away, que con su sonido heavy clásico, sus coros y la energía que destilaba la banda fue una de las favoritas del público; y la balada que da título al álbum.
Siguió una pequeña pausa en la que los guitarristas Doug Aldrich y Reb Beach le dieron al público una muestra de su destreza con un enfrentamiento de guitarras que dio paso a una más del nuevo álbum, Love Will Set You Free. A continuación, fue el turno del baterista Brian Tichy de demostrar sus habilidades a través de una muestra de destreza en las percusiones que más allá de algo para los oídos fue también un espectáculo visual en el que baquetas volaron por el aire y bombos y platillos se tocaron con las manos. La intervención sirvió para dar inicio a lo que sería el poderoso final de la presentación de la banda. Primero con la infaltable Here I Go Again que inmediatamente dio paso a otro clásico de la época, Still Of The Night, que sería la última canción de Whitesnake de la noche, pues la banda terminó su presentación con dos canciones de la anterior banda de Coverdale, Deep Purple.
Primero dejaron caer sobre el público Soldier Of Fortune para cerrar con un medley de Burn y Stormbringer, que dejó al público pidiendo más y después del cual la banda salió del escenario entre los aplausos de los asistentes.
Las luces volvieron y mientras se alistaba el escenario una aparición del que parecía ser el mismísimo Metal God paseándose por la localidad Platinum sorprendió a los asistentes que gritaban desde las graderías y que se agolpaban para verlo más de cerca, la emoción del momento no permitió notar que en realidad se trataba de alguien que, si bien era calvo, tenía barba y gafas de sol no era Rob Halford.
Después de la conmoción y de que el público se reorganizara se apagaron las luces, bombillos rojos iluminaron el telón con el logo de la banda y de la gira que tapaba el escenario y Warpigs de Black Sabbath retumbó en el Coliseo. Cortan la canción y suenan los platillos de la batería que da inicio a Rapid Fire, del British Steel, cae el telón y en la tarima están Halford, Hill, Tipton, Travis y Faulkner, el reemplazo de K.K, enmarcados en una escenografía enorme, de dos pisos con cadenas y una pantalla que va mostrando la portada de cada álbum. Termina la canción, pero los instrumentos siguen sonando, de ambos lados de la batería sale fuego y la melodía cambia y da paso a Metal Gods.
Sigue una pausa para que el público se recobre del impacto. Nada más la escenografía es suficiente para quitarle el aire a los asistentes, acostumbrados a conciertos que tienen tres luces y un telón por decoración, cualquier queja por el precio de las boletas queda anulada, por lo menos de mi parte. “Bogotá, Colombia, The Priest is back!”, saluda Halford. Y la descarga sigue, llegan Heading Out To The Highway y Judas Is Rising; una nueva pausa para decir que en esta última gira quieren hacer un repaso por toda su historia musical, con lo que desde 1977 llega Starbreaker, del Sin After Sin. Luego Priest decide ir más atrás y de sus primeros álbumes, Rocka Rolla y Sad Wings Of Destiny llegan Victim of Changes y Never Satisifed. Después un cover de Joan Baez, llega Diamonds and Rust.
Cuando termina cada canción Halford sale y regresa al escenario con una chaqueta distinta, en esta ocasión vuelve cubierto con una túnica plateada y con un báculo que en la punta tiene el signo de la banda en la mano, un salto en la línea del tiempo de la banda trae del Nostradamus la canción Prophecy. Se van las luces un momento y suenan truenos que anuncian la llegada de Night Crawler, a pesar de sus 60 años Halford no ha perdido potencia en la voz y en ninguna canción le queda debiendo al público; lo mismo va para los otros miembros de la banda, una presentación impecable en la que invierten hasta la última gota de energía. Faulkner hizo un buen trabajo, sabe que no le corresponde reemplazar a K.K y opta por divertirse con la banda e interactuar con el público, recorre el escenario de lado a lado animando a los asistentes y se integra como uno más de Priest.
De esta manera se suceden una a una canciones que la banda ha convertido en clásicos, Turbo Lover, Beyond The Realms Of Death, The Sentinel, Blood Red Skies y el cover de Fleetwood Mac The Green Manalishi. Llega después otra canción del British Steel y uno de los grandes momentos del concierto “I want you to sing this one for me, Bogotá. Breaking… The what?”, la respuesta ensordecedora del público no se hace esperar “The Law!” y las rápidas guitarras dan inicio al himno; Halford pone el micrófono hacia el público y no lo toca en toda la canción, se pasea por el escenario mirando a los espectadores y ocasionalmente asiente, aplaude y dice “bravo”. Como si la emoción no fuera ya suficiente Scott Travis empieza a improvisar en la batería y en los golpes que le da al instrumento cada vez se adivina más el intro de otro de los grandes himnos de la banda, Painkiller, hasta que finalmente el público no debe especular más pues ahí están los ya conocidos golpes en los platillos, que marcan el inicio de uno de los momentos más álgidos de la noche, casi 6 minutos en que los asistentes no dejaron de saltar, gritar y cabecear. Es más que válido repetir que la capacidad vocal de Halford es impresionante, pues sin duda es con esta canción con la que más esfuerzo hace y con la que más se luce.
Una pausa más, a penas para que tanto la banda como el público recobraran la energía. Sin embargo, no demora en aparecer en pantalla un ojo que da pie para que de las guitarras salgan los acordes de The Hellion seguido de Electric Eye, Halford aparece en lo alto del escenario, al lado de la batería, usando un chaleco con el águila del Screaming For Vengeance en la espalda. Nuevamente bajan las luces y empieza a sonar un motor, sale humo del escenario y entra Halford en una Harley-Davidson, lo que no puede significar más que el momento para Hell Bent For Leather. Después de semejante exhibición ¿quién pensaría que hay más?, pero “Bogotá, You’ve Got Another Thing Comin’!” Otra bandera de Colombia que vuela al escenario y termina envolviendo al cantante. Entre solos de guitarra y batería y juegos entre Halford y el público la canción se alarga y alcanza los 10 minutos.
Parece ser el final, hay mucho más en su repertorio, pero la exhibición de luces, lásers y pirotecnia enmarcan la despedida de la banda. Sin embargo, una vez han salido los demás Travis toma el micrófono y dice que él quiere una canción más, pregunta al público si comparten su opinión y pide que griten fuerte para que la banda escuche y salga una última vez. La batería empieza a sonar, en la pantalla aparece un reloj que marca las 12 y sale la banda, Living After Midnight fue la canción escogida por Judas Priest para cerrar definitivamente el que sería su segundo y último concierto en suelo colombiano. Esta vez una despedida real y un agradecimiento final.
Tan rápido como empezaron se terminaron las dos horas de la despedida y mientras hombres y mujeres, desde los 14 hasta los más de 50 años salían secándose las lágrimas y con sonrisas en la cara sonó una canción que describía a la perfección a la banda que acababa de salir del escenario, We Are The Champions de Queen.
Por Juanita Navarro Páez
Más fotos del concierto de Judas Priest y Whitesnake en Colombia en: http://www.rockombia.org/galeria/judas-priest-y-whitesnake-en-colombia