Después de siete años por fin llegó el momento. Aún con cambios de planes como lo ocurrido con el recinto y el joven bajista que acompañó a la banda, Korn por fin se volvió a subir al escenario frente al público colombiano.
A las afueras de Chamorro City Hall ya se dilucidaba el ambiente desde las horas de la tarde, cuando los asistentes se aglomeraban esperando el momento para ingresar al lugar. Hasta que tiempo después las puertas fueron abiertas y los aficionados se acercaban cada vez más al esperado reencuentro con Jonathan Davis y compañía.
Alrededor de las 6:00 p.m. saltó al escenario la agrupación telonera Electric Sasquatch – con la prensa aún afuera del recinto –, y calentó los motores en los asistentes para el plato fuerte de la noche. La banda se retiraba y el ambiente cada vez creaba más expectativa. Hasta que las luces fueron apagándose y un hombre, quien era parte del staff, retiró el telón negro que cubría la curiosa base en la que reposa el micrófono de Davis.

Uno a uno iban brincando al escenario los músicos. Luzier a la batería, Shaffer y Welch con las guitarras y el prodigioso niño Tye Trujillo –quien indudablemente heredó el talento de su padre –. De un segundo a otro apareció en escena Jonathan Davis, luciendo un estrafalario atuendo que se distinguía por una falda brillante aparentemente de corte escocés. En medio de la algarabía, comenzó la fiesta con “Right Now”, seguida de “Here to Stay”. Frente a un recinto no lleno totalmente, pero con las suficientes personas para hacer temblar el piso, Korn oficialmente estaba de regreso en Colombia.
Después de algunos segundos de calma, en el que solo se escuchaba un ruido confuso que provenía desde el sintetizador del músico invitado que ayuda a Korn en los teclados, llegaron las notas de “Rotting in Vain”, canción que hace parte del más reciente álbum de la banda “The Serenity of Suffering”. Luego la banda conectó con “Somebody Someone”, una de las canciones insignia de Korn y que desde que se confirmó su regreso a Bogotá, el público sabía que iba a sonar. Y así fue, acompañada de las voces de los asistentes quienes cantaban el coro mientras Davis dejaba a un lado el micrófono. Chamorro City Hall estaba a punto de estallar de emoción.

La noche continuaba, la banda pasó por el cover de Cameo “Word Up!”, y minutos después mientras interpretaba “Coming Undone”, hubo espacio para recordar y homenajear a los inolvidables Queen, con un pequeño fragmento de “We Will Rock You” que fue coreado por Jonathan y el público enardecido. En medio de brincos, cantos, cerveza y el calor del recinto que se apaciguaba con cuatro gigantescos ventiladores ubicados en el techo del lugar, Korn deleitaba a los asistentes, aún con la ausencia de ‘Fieldy´ en el bajo, pero con el admirable reemplazo temporal de una promesa de la música de tan solo doce años de edad, que no paró de agitar su cabeza durante todo el concierto. Tye Trujillo sin duda alguna opacó todas las predisposiciones que pudieran haber existido antes de que el show iniciara, aunque no se puede desconocer que seguramente se habría sentido alguna diferencia si Reginald Arvizu hubiera estado en la tarima.
Continuaba el setlist con “Insane”, clásicos como “Y’All Want a single”, “Make me Bad” y la recordada “Shoots and Ladders” (con Davis tocando la gaita escocesa), sacada del álbum homónimo de la banda, y que dio espacio para que Korn homenajeara a Metallica, tocando al final de la canción un corto fragmento de “One”, que tal vez fue de las primeras canciones que el pequeño de doce años aprendió a tocar en su bajo.

La tarima se silenció por un momento y comenzó a sonar un delirante solo de batería al mando de Ray Luzier. Fueron varios minutos los que pasaron mientras la agresividad con la que Luzier golpeaba se sentía en el pecho. De repente un platillo de la llamativa batería empezó a marcar la entrada para “Blind”. Los demás músicos volvieron al escenario y la euforia se volvió a tomar el lugar, el público se volvió a levantar entre saltos y gritos y “Blind” desató alrededor de cuatro minutos de locura, luego de que Jonathan Davis gritara “Are you ready?”. “I can´t see, I can’t see, I’m going blind”.
El concierto comenzaba a entrar en su recta final, y luego de “Blind” Korn interpretó “Twist” y “Good God”; así la banda se despedía por un momento del público. Pasados algunos minutos, los californianos regresaron al escenario y volvieron a encender los motores con “Falling Away From Me”, mostrando a un Jonathan Davis mucho más eufórico y un vistoso hombre en tarima vestido como el muñeco de trapo mutilado que aparece en la portada de “The Serenity of Suffering”, y que no paró de moverse agitando sus brazos y su cabeza, al lado de Tye. Y la siguiente canción era de esperarse: “Freak on a Leash”, y con el ánimo por lo alto, Korn, su equipo y los asistentes despedían la noche con una de las canciones más importantes y más recordadas en toda la carrera de la agrupación.

Luego de interactuar con el público lanzando algunos picks y baquetas, Korn se despedía del escenario y los asistentes desocupaban el recinto para comentar a la salida sobre el inolvidable concierto que brindó la banda. Fueron siete años que hubo que esperar, pero la espera valió la pena. Por la banda, por el público, y por el lugar – que esta vez sí tenía las condiciones sonoras precisas –, que acogió a los músicos californianos. Hasta una próxima oportunidad Korn.
Reseña por Julián Orrego. Fotos por Camila Valenzuela
A las afueras de Chamorro City Hall ya se dilucidaba el ambiente desde las horas de la tarde, cuando los asistentes se aglomeraban esperando el momento para ingresar al lugar. Hasta que tiempo después las puertas fueron abiertas y los aficionados se acercaban cada vez más al esperado reencuentro con Jonathan Davis y compañía.
Alrededor de las 6:00 p.m. saltó al escenario la agrupación telonera Electric Sasquatch – con la prensa aún afuera del recinto –, y calentó los motores en los asistentes para el plato fuerte de la noche. La banda se retiraba y el ambiente cada vez creaba más expectativa. Hasta que las luces fueron apagándose y un hombre, quien era parte del staff, retiró el telón negro que cubría la curiosa base en la que reposa el micrófono de Davis.

Uno a uno iban brincando al escenario los músicos. Luzier a la batería, Shaffer y Welch con las guitarras y el prodigioso niño Tye Trujillo –quien indudablemente heredó el talento de su padre –. De un segundo a otro apareció en escena Jonathan Davis, luciendo un estrafalario atuendo que se distinguía por una falda brillante aparentemente de corte escocés. En medio de la algarabía, comenzó la fiesta con “Right Now”, seguida de “Here to Stay”. Frente a un recinto no lleno totalmente, pero con las suficientes personas para hacer temblar el piso, Korn oficialmente estaba de regreso en Colombia.
Después de algunos segundos de calma, en el que solo se escuchaba un ruido confuso que provenía desde el sintetizador del músico invitado que ayuda a Korn en los teclados, llegaron las notas de “Rotting in Vain”, canción que hace parte del más reciente álbum de la banda “The Serenity of Suffering”. Luego la banda conectó con “Somebody Someone”, una de las canciones insignia de Korn y que desde que se confirmó su regreso a Bogotá, el público sabía que iba a sonar. Y así fue, acompañada de las voces de los asistentes quienes cantaban el coro mientras Davis dejaba a un lado el micrófono. Chamorro City Hall estaba a punto de estallar de emoción.

La noche continuaba, la banda pasó por el cover de Cameo “Word Up!”, y minutos después mientras interpretaba “Coming Undone”, hubo espacio para recordar y homenajear a los inolvidables Queen, con un pequeño fragmento de “We Will Rock You” que fue coreado por Jonathan y el público enardecido. En medio de brincos, cantos, cerveza y el calor del recinto que se apaciguaba con cuatro gigantescos ventiladores ubicados en el techo del lugar, Korn deleitaba a los asistentes, aún con la ausencia de ‘Fieldy´ en el bajo, pero con el admirable reemplazo temporal de una promesa de la música de tan solo doce años de edad, que no paró de agitar su cabeza durante todo el concierto. Tye Trujillo sin duda alguna opacó todas las predisposiciones que pudieran haber existido antes de que el show iniciara, aunque no se puede desconocer que seguramente se habría sentido alguna diferencia si Reginald Arvizu hubiera estado en la tarima.
Continuaba el setlist con “Insane”, clásicos como “Y’All Want a single”, “Make me Bad” y la recordada “Shoots and Ladders” (con Davis tocando la gaita escocesa), sacada del álbum homónimo de la banda, y que dio espacio para que Korn homenajeara a Metallica, tocando al final de la canción un corto fragmento de “One”, que tal vez fue de las primeras canciones que el pequeño de doce años aprendió a tocar en su bajo.

La tarima se silenció por un momento y comenzó a sonar un delirante solo de batería al mando de Ray Luzier. Fueron varios minutos los que pasaron mientras la agresividad con la que Luzier golpeaba se sentía en el pecho. De repente un platillo de la llamativa batería empezó a marcar la entrada para “Blind”. Los demás músicos volvieron al escenario y la euforia se volvió a tomar el lugar, el público se volvió a levantar entre saltos y gritos y “Blind” desató alrededor de cuatro minutos de locura, luego de que Jonathan Davis gritara “Are you ready?”. “I can´t see, I can’t see, I’m going blind”.
El concierto comenzaba a entrar en su recta final, y luego de “Blind” Korn interpretó “Twist” y “Good God”; así la banda se despedía por un momento del público. Pasados algunos minutos, los californianos regresaron al escenario y volvieron a encender los motores con “Falling Away From Me”, mostrando a un Jonathan Davis mucho más eufórico y un vistoso hombre en tarima vestido como el muñeco de trapo mutilado que aparece en la portada de “The Serenity of Suffering”, y que no paró de moverse agitando sus brazos y su cabeza, al lado de Tye. Y la siguiente canción era de esperarse: “Freak on a Leash”, y con el ánimo por lo alto, Korn, su equipo y los asistentes despedían la noche con una de las canciones más importantes y más recordadas en toda la carrera de la agrupación.

Luego de interactuar con el público lanzando algunos picks y baquetas, Korn se despedía del escenario y los asistentes desocupaban el recinto para comentar a la salida sobre el inolvidable concierto que brindó la banda. Fueron siete años que hubo que esperar, pero la espera valió la pena. Por la banda, por el público, y por el lugar – que esta vez sí tenía las condiciones sonoras precisas –, que acogió a los músicos californianos. Hasta una próxima oportunidad Korn.
Reseña por Julián Orrego. Fotos por Camila Valenzuela